lunes, 25 de septiembre de 2006

YO ME COMO AL GOBERNADOR


La fotografía que está a la izquierda cedida por Teresa Pizarro, es de cuando me quería comer al gobernador, están:
Un servidor, Teresa Pizarro, (mujer de mi primo Jesús), su hermana Pepi y Mena Durán, mi prima.
En la fotografía de la derecha, cedida por Juanvi Rosado, aparece La calle Nueva y su tio Jose Luis "Azules", en la acera de la izquierda, al final, la casa en donde nací, ésta foto debe ser de pricipio de los años cuarenta.


Nací, en mi casa, entonces nacíamos en casa, no como ahora, que todo el mundo se va de casa para nacer. Fue un ocho de diciembre, día de fiesta, la Inmaculada Concepción, además día de la Madre, ya no se conmemora ese día a la madre, pero, afortunadamente para mi, a pesar de estar tan próxima la de la Constitución, sigue siendo fiesta.

Hubo un momento, cuando en 1978 se proclamó la Constitución Española, que estuvo a punto de desaparecer, al final, prevaleció el sentido común y sigue siendo fiesta, menos mal, yo tenia mis derechos adquiridos, si había nacido en fiesta, sería un agravio que me la quitasen por una fiesta pagana, y aunque soy agnóstico, y la constitución declara aconfesional al Estado Español, los derechos adquiridos son eso, derechos adquiridos.

En mi pueblo se la llamaba y se la llama todavía, el día de la Pura, para abreviar, lo de La Purísima Concepción, es demasiado largo, fue sin lugar a dudas, el día de mi madre, pues acababa de dar luz a su cuarto hijo, el primer varón, se llamaba, Purificación, pero la llamaban Pura, a mi me pusieron como a mi padre, Andrés.

Mi padre tenia, como casi todo el mundo en el pueblo, un mote, Pitacha, se lo había puesto su hermano Eustasio, a éste a su vez le llamaban Churro, mi padre que era el más pequeño de seis hermanos, debido a las tareas agrícolas, pasaba largas temporadas con su familia en una finca cerca de Cáceres llamada Piezarza, con su media lengua decía--Desde Pitacha se ve mi casa, se refería a su casa de Monroy, desde Pitacha se ven las luces de Cáceres-- ¡Tenga usted hermanos para que te pongan motes!


Con el tiempo he observado que a los extremeños nos gusta mucho poner motes y abreviar las palabras, por ejemplo, cuando queríamos expresar algo así, como.-- no te fastidias con lo que te viene este ahora--decíamos “no te paje”, a mi madre nunca le gustó está expresión, siempre me rectificaba: —Pareces de las Cábilas—era el barrio mas pobre del pueblo—Se dice “no te parece” — hoy hubiéramos sido todavía peor hablados, diríamos !no te jode!

Según cuentas las crónicas familiares, mi madre dejó de ayudar a mi padre sólo media hora antes de que yo viniera al mundo, pues nací en la trastienda de un bar, bueno en puridad no se puede decir que fuera una trastienda, era la casa donde vivíamos, que se comunicaba con el bar, pero, queda mucho mas literario decir que nací en una trastienda. Mi padre no quiso anunciar mi nacimiento, porque al ser día de fiesta el bar estaba lleno, y si se enteraban que había sido niño, no tenia mas remedio que invitar a todos sus clientes, así que prefirió esperar a cerrar e invitó sólo a los más allegados.

El bautizo según mi primo Jesús, fue muy rumboso, cada vez que tiene ocasión me lo recuerda, --“Que bien lo pasamos en tu bautizo, vaya borrachera que cogimos”. Fui el primer varón después de tres chicas, mi llegada a este mundo fue muy bien acogida, mis padrinos fueron Diego y Ana, de Valdefuentes, pueblo que se encuentra cerca de Montanchez, el pueblo de los jamones, del que ya hablaba Cervantes y que desgraciadamente hoy se ha dejado comer el terreno por Guijuelo. Diego era vinatero, venia más o menos cada quince días, a traer vino a todos los bares de Monroy, como no tenían hijos les gustaba apadrinar al mayor número de niños posible, con la esperanza de que alguno se lo dieran “de por hijo”, se lo cedieran en adopción, éramos tres los ahijados suyos, los tres hijos de taberneros, mi primo Dieguito (q.e.p.d.), Jesús Sierra Simón, hoy en Veracruz, México, y el que esto suscribe.

A Paqui, la tercera de mis hermanas, tres años mayor que yo, no le gustaba la madrina que me habían elegido, no le gustaba la señora esa fea del moño, quería que fuese Teresa, que era más guapa y más joven, no sé si por entonces era ya novia de mi primo Jesús. Mi hermana Paqui y yo pasábamos mucho tiempo con Teresa y sus hermanas, todas chicas, Virtudes, Pura, Mariqui y Pepi, nos debían de tener y dar mucho cariño.

Fui de una generación que ya empezó a superar las miserias y hambrunas de la guerra civil, y se nota en la talla media, pues todos los nacidos ese año, 1949, superamos en la talla con creces a nuestros predecesores, esto lo he podido comprobar, y lo puedo seguir comprobando todavía, cuando voy a mi pueblo y nos juntamos todos los amigos , somos los mas altos, los mas guapos, bueno sólo algunos, y los más hermosos, casi todos, pues estamos pasados un poco de peso.

Yo no sé si es mi primer recuerdo, o es que como lo contó tantas veces mi madre, yo he creído que era mi primer recuerdo, debía de tener tres años, y vino el Gobernador Civil de Cáceres, a Monroy, justo cuando pasaba delante de mi casa, yo estaba en brazos de mi madre, comencé a gritar ¡Yo me como al gobernador, Yo me como, al gobernador! Fui claro está, la comidilla del todo el pueblo, que ocurrencia, mira que pedir comerse al Gobernador, menos mal que tenía sólo tres años, pues en los tiempos que corrían, me podía haber juzgado por sedición. Este episodio me ha debido marcar para toda la vida, de ahí creo que me viene mi desorbitado sentido del ridículo.

¡Mamá yo me como
al gobernador!
Pero hijo ¿cómo vas a comerte
a un señor?

¿Un señor?
¡qué desilusión
qué ocurrencia, qué imaginación
querer comerse a todo un Gobernador!

Pero si yo creía
que era un bastón de caramelo
como los que trae el abuelo
cuando va de romería

¡Ay! Pitachin Pitachón
¿comerte al gobernador?
si no es un caramelo bastón
que es una persona, un señor

¡Pero si todo el mundo decía
que el gobernador venía!
Pues algo importante sería
¿Si no,  para que tanto revuelo
por un señor con sombrero?

Hay que ver estos mayores
prefieren a los señores
que llevan gabardinas
a bastones de golosinas

¡Ay! Pitachin Pitachina
querías comerte al gobernador
y no es una bolsa de golosina
que es un circunspecto señor.

Bueno y ¿qué? si tu lo sabias primero
es porque el alcalde era tu abuelo
.

De esa época también recuerdo, o más bien me han hecho recordar, los parroquianos del bar de mis padres, que me comía los huevos fritos a puñados, entonces los huevos eran un artículo de lujo, incluso, para los que cómo nosotros teníamos gallinas,-- Cuando seas Padre comerás huevos--, dice el refrán.

La casa que tengo ahora en mi pueblo, la llamaban la casa de las gallinas, pues allí en una casa que estaba a medias, como todas las que hacía mi abuelo materno, Miguel Ciriaco Fernández, alias “Torrente”, que las dejaba todas a medias, me refiero a las casas, pues allí, en esa casa que luego heredaría yo, campaban las gallinas a sus anchas.

A mi abuelo Miguel, el único abuelo que he conocido, el apodo de Torrente le venía por herencia de su padre adoptivo, era hospiciano, un niño de la inclusa. Tuvo tres hijas, Inocencia, Purificación y Ángeles, se quedó viudo muy joven. Parece ser que era buen comerciante, tuvo comercio de ultramarinos y coloniales, siempre me han encantado estas dos palabras, ultramarinos y coloniales, referidas a los productos que se traían de las colonias de allende los mares, ya por entonces ex-colonias de una decadente España.

El nombre de ultramarinos y coloniales estaba bien puesto, ya que prácticamente los productos que se vendían eran los que no se producían en el pueblo, arroz, bacalao, arenques, especias, los de ultramar, pues los que ahora habitualmente compramos en las tiendas de alimentación, como frutas, hortalizas, carnes, huevos, garbanzos, aceite, no se compraban, al menos en mi pueblo, ya que los mas pudientes los producían ellos, aunque hablar de pudientes resultase un eufemismo, pues como bien dice Javier Cercas, en Extremadura entonces, no había señores, los señores era siervos, y los criados eran siervos de siervos, lo que distinguía a unos de otros, es que los siervos señores tenían un cacho de tierra para dedicarla a huerto, hacían la matanza, tenían algunos olivos, no muchos, y sembraban con una yunta una “suerte” de tierra,. que ni siquiera era suya, sino que se sorteaba entre todos los del pueblo, pues era la propiedad comunal, se echaba a suerte, de ahí creo yo el nombre.

Los que no tenían huerto se abastecían de los vendedores ambulantes talavaniegos, que desde muy temprano, llegaban con su burros, pregonando con voz cantarina,-- ¡Mujeres llevo tomates, los mejores, lechugas, pimientos, naranjas de la ribera!--supongo que de la ribera del Tajo, río que baña Talaván, el pueblo más próximo a Monroy, que presume de tener una fuente, la Breña, que siempre está manando y que nunca se ha secado, pero, que según los monroyegos, aunque el manantial de donde dicha fuente proviene, se llama arroyo de Talaván, dicho arroyo tiene su nacimiento en el término municipal de Monroy, por lo tanto, si no fuese por Monroy ellos no tendrían fuente. El que no se contenta es por qué no quiere. Ambos pueblos, pertenecen a la comarca de los Cuatro Lugares, junto con Santiago de Campo e Hinojal

Santiago corral de cabras
Hinojal de cabritos
Talaván de buenas mozas
¡Mira Monroy que bonito!
Por lo menos aquí los de Talaván y los de Monroy no se tiran los trastos, hacen causa común contra los otros dos pueblos, pero son maneras de hablar, por decir algo, en su fuero interno sabían que poco se tenían que envidiar unos pueblos a otros.

De todas formas veo mucho mas positivo y bonito este:

Eres el sol de Monroy,
la luna de Talaván,
las estrellas de Santiago
y el lucero de Hinojal
.

Con tres años ya supe, que la cara es el reflejo del alma, que nunca sabría mentir, pues mi cara me delataría siempre, nunca he sabido disimular, me ruborizo enseguida, pienso que se coge a un mentiroso antes que a un cojo, la facultad del disimulo me ha sido negada, por eso no sé jugar al mus.

Enfrente del bar de mis padres, estaba el comercio de mi tía Maria, la hermana mayor de mi padre, que le llevaba veinte años, a mi me gustaba mucho estar en el comercio, seguro que me debían de tratar muy bien, tanto mis primos Justo, Jesús y Milagros, como su padre tío Isaac, el marido de mi tía Maria, hombre muy afable y cariñoso, que todas las primaveras nos regalaba un borreguito, al que colocábamos un lazo rojo y un cascabel de plata, emulando al borreguito del Norit.

El cascabel sería de plata como la que caga la vaca, o ¿era de oro?, Sí, como el que caga el toro, para dispendios estábamos entonces, pero que importa si era de oro o de plata lo que verdaderamente importaba era que sonaba muy bien, y el borreguito nos seguía a todos lados como si fuese un perrito faldero.

Mis dos primos, Justo el mayor y Jesús, luego marido de Teresa, la que no fue mi madrina, el de la borrachera el día de mi bautizo, mis primos que siempre iban juntos a todos lados, una tarde me llevaron con ellos, supongo que a dar de comer a los animales que tenían en un corral a las afueras del pueblo, me pidieron que no le dijera nada a mi madre, porque si se enteraba se podía enfadar, supongo que mi madre debió entrar en el comercio y preguntar por mi, y le dijeron que me había ido con ellos.

De vuelta a casa, la conversación con mi madre debió haber sido más o menos así -- Andresín ¿porqué has tardado tanto? ¿de dónde vienes? ¿Contestame dónde has estado? Incapaz de mentir daba la callada por respuesta, ella insistía ¿dónde te han llevado tus primos? Debí contestar tímidamente --He estado en el comercio- ¡No por la cara que pones sé que no has estado en el comercio! ¿Por mi cara sabía mi madre donde había estado? Cuando mis primos me pidieron explicación de por qué había contado donde habíamos estado, le dije que yo no le había dicho nada, pero que por la cara que “poniba” mi madre me lo notaba.

Con tres años nos llevaban a la escuela de los cagones, yo iba a la escuela de Tía Entera, o era ¿Antera?, aquello era un verdadero suplicio, imaginaros a quince o veinte niños , sentados en unas banquetas, las llevamos cada uno de nuestra casa, todavía conservo una pintada de rojo, en silencio, durante cuatro cinco horas diarias, sentados sin poderse levantar, inmovilizados, ahora en las guarderías se juega, se canta, te enseñan jugando, entonces nada de eso , calladitos y quietitos, yo creo que mi espíritu ácrata se gestó, entonces, me llevaban a la escuela literalmente a rastras, pegando patadas a diestro y siniestro y alguna iba a parar a las piernas de la niñera que me llevaba a la escuela.

El primer día que hice novillos, me cogió una vaca, supongo que haría novillos con la connivencia de mi madre, pues con tres años no creo que fuera yo sólo a la escuela, debí protestar como todos los días de que no quería ir a la escuela y mi madre accedió a mi petición y me dejó la tarde libre para jugar, que es lo que debe hacer siempre un niño de tres años jugar, jugar y jugar cuanto más mejor.

Entonces los animales se llevaban por la mañana a la dehesa boyal, propiedad comunal y a la tarde volvían ellos solos, cada uno a sus respectivas casas, esto que ahora puede sorprender, era una cosa de lo mas natural, ya que si no iban donde sus dueños, nadie les iba a dar de comer en otro sitio, era una cuestión de pura supervivencia, estos animales que se les llevaba por la mañana y por las tardes volvían solos, eran tanto cerdos, como cabras y vacas: suizas o del país.

Hay un dicho en el pueblo que dice: “Te pareces a la “guarra” de tía Pura, que siempre te estás metiendo donde no te llaman” Tia Pura era mi bisabuela, tenia una cerda, (dicese también: guarra, cochina,, marrana, puerca) que se escapaba de la dehesa y se dedicaba a ir por el pueblo comiéndose los cocidos de los vecinos, y es que entonces, y esto lo he conocido yo, los cocidos se hacían a fuego lento en plena calle, enfrente de cada puerta, en un recipiente de barro con agujeros se echaban las brasas y encima se ponía el puchero con el cocido, que era lo que se comía todos los días, salvo alguna excepción muy señalada, como los días de fiestas muy importantes.

Bueno pues la vaca que me cogió, era del país, que era como llamaban a las de raza negra avileña, y creo que también, a las de retinta extremeña, la que tanto predicamento tiene hoy en día su carne, la raza retinta, que alimentada en la dehesa extremeña al aire libre y comiendo bellotas, hace que su carne sea tan apreciada y tan exquisita, tanto como la del cerdo ibérico, pues tienen en común, esa carne veteada y entreverada gracias a la grasa que le proporciona la bellota y que se incrusta entre la carne, debido fundamentalmente, al ejercicio que hacen para buscarse la comida al aire libre.

La vaca estaba junto con otras dos o tres más, esperando en la trasera de la casa del tío Piloto, a entrar en su tinado, nosotros decíamos “tinao”, lo de tinado suena demasiado fino, es como si dijéramos bacalado o Bilbado, la casa del tío Piloto estaba enfrente de la mía y en su trasera estaba la vaca, bueno mas que trasera era ladera, porque no estaba exactamente en la parte de atrás sino a un lado de la casa, ya que esta hacia esquina. La vaca, digo, estaba con su cría de poco tiempo, yo me metí en su terreno, pues quise acariciar al ternerito que estaba a su lado, la vaca en su instinto de proteger lo suyo, arremetió contra mi y me corneó.

Con tan sólo tres años ya había recibido mi primera corná, y otra cosa aprendida más: si haces novillos, si no haces lo que Dios manda, Dios te castiga y te coge una vaca, eso al menos fue lo que le dijo su madre a mi primo Vidal, que Dios me había castigado y me había cogido la vaca por no haber ido a la escuela, otra dura lección, claro que yo no estaba muy de acuerdo con esa apreciación y me pegué con mi primo.

En aquellos tiempos en los pueblos de España, no había agua corriente y mucho menos alcantarillado, la gente hacia sus necesidades en los corrales, en las cuadras o literalmente, donde les daba la gana, la real gana de hacer de vientre, normalmente en el campo. Las familias que no tenían corrales, lo hacían en bacinillas, “bicas” para nosotros, o en “bicos” también llamados pericos, que eran unos recipientes de barro “albedriaos” que se ponían debajo de una tabla con un agujero, a modo de letrina, donde la gente se sentaba para hacer sus necesidades.

Por la mañana temprano arrojaban su contenido al escusado, que la verdad no era un lugar muy escondido, tal como debería ser por su etimología, estaba a las afueras del pueblo, pero muy cerca de mi casa, en las callejas de Serradilla.

La palabra “bica o vica” en el Diccionario de la Real Academia no está, si está bacinilla, que es un bacín pequeño, también está perico y de estos la definición si coincide con la que yo tenía de bico, sólo que el barro no es “albedriao”, sino vidriado. Ahora resulta que los pericos, como no podría ser de otra manera, no tienen albedrío, esto tiene mucho más lógica, de lo que yo deducía, pues su misión no era desde luego muy lucida, Así pregonaban sus productos los alfareros de tierra de barros, con su burros tan típicos cargados de cacharros de barro, valga la redundancia. ¡Mujeres llevo piporros finos, pucheros albedriaos!.


Mi calle era la Calle Nueva, bautizada después de la guerra civil, con la retórica acostumbrada, como calle del Generalísimo Franco, esa misma retórica que llamaba a la guerra la Gloriosa Cruzada, o Glorioso Alzamiento Nacional, ahí es nada, yo en todo caso, estoy más con Unamuno y prefiero denominarla, con el nombre mucho menos retórico y mucho mas real de guerra incivil.

Ni que decir tiene, claro está, que mi calle era la principal del pueblo, y no porque yo viviera en ella, porque no es cosa de presumir, mi casa y el bar estaban alquilados a mi tía María, era la calle principal y por eso le habían puesto el nombre de don Claudio, aunque todo el mundo le llamaba Claudillo o era ¿Caudillo? La calle empezaba en la iglesia y terminaba en la plaza donde está el castillo, hoy empieza y termina en el mismo sitio, pero se llama Calle Nueva, como se la ha conocido siempre.

Pues allí, en el escusado , donde se arrojaban las inmundicias del todo el pueblo, unos muchachos mayores me tiraron el caballo de cartón que me había regalado mi padrino, el señor Diego, mi madre me hacía llamarle así, señor, no era tío como se conocían a todos los de mi pueblo ¿Cuestión de respeto? No creo pues un padrino es alguien muy allegado, quizás era mas una cuestión de confianza, pues no tenían el contacto que da el vivir en el mismo pueblo, no sé, lo cierto es que a mi padrino yo le llamaba señor Diego.

Venga Pitachin, coge tu caballo, que no te pasa nada, yo era Pitachin pues mi padre era Pitacha, y yo que nunca he sido muy reflexivo, sin encomendarme a Dios ni al diablo, allí que entré a recoger mi caballo de cartón , en un suelo resbaladizo, por los orines acumulados de años, quizás de siglos, y claro está resbalé, me caí y me di un baño de multitudes, de multitud de orines y excrementos, vamos un baño de mierda.

Los muchachos mayores, cuando vieron llegar a tío Arturo, salieron corriendo y me dejaron allí sólo, montado en mi rocinante de cartón, cual oloroso caballero andante, impregnado con el perfume de todo un pueblo, ya desde mi más tierna infancia era un demócrata convencido, la soberanía emana del pueblo, nunca mejor dicho. Así en estas condiciones tío Arturo, me llevó ante mi madre.

Tío Arturo, hombre afable y buena persona, era nuestro vecino, viudo y padre de tres hijas, Inés, Mena y Marcela, mas conocidas por las Arturas, Inés (q.e.p.d.) unas de la Purificadas que está en una foto, que apareció en su día el periódico Extremadura, y que hoy forma parte de la sección de fotografías antiguas de la excelente página del amigo Manuel Trinidad, (http://www.paseovirtual.net/).

Mena y Marcela ejercen de maestras en Sevilla y la casualidad ha querido, que después de cincuenta años sean también mis vecinas de verano en el Puerto de Santa María, donde tengo una casa para el veraneo y pensando en la jubilación.

Mis recuerdos de este tiempo son muy dulces, el olvido como dice Serrat, en su preciosa canción Lucía, se llevó la mitad, los amargos, es curioso en todas las vivencias de esta época, en todos los recuerdos, siempre hay gente buena como tío Arturo, mi tío Isaac, mi padrino el señor Diego Palomino Lozano, mi madrina Ana, mi no madrina Teresa, mi tío Churro, mi tío Vidal, mi primos Justo y Jesús, gente de buen talante, que creaban con su buena actitud, un clima de calor, amor y compresión, tan necesario para el desarrollo de los niños, y que es la mejor manera de educar.

Su ejemplo, me ha hecho desear ser como ellos, con esos sentimientos tan nobles, donde prevalece el afecto, la comprensión, la tolerancia, el amor por nuestros semejantes, que somos todos lo humanos sin excepción alguna, y me han hecho ver la importancia que tiene que los niños se eduquen en un clima como el que yo tuve la suerte de tener, primero y sobre todo con mi familia y luego con los allegados, me sentía muy querido y eso imprime carácter, sin duda buen carácter.

Andrés Gómez Ciriaco