jueves, 30 de octubre de 2008

BICICLETAS, NI SIQUIERA EN VERANO

Segundo de bachillerato, en cuanto a resultados académicos, fue el mejor curso de los cuatro que me examiné en el Brocense, me quedaron dos asignaturas: Francés y Formación del Espíritu Nacional.

En el examen de ésta última asignatura, más conocida por Política, el Profesor, un tipo repeinado, con bigotito al estilo de la época, muy remilgado todo él, nos pilló hablando a Eustasio y a mí, y nos puso una cruz a cada uno en el papel del examen. Eustasio, más atrevido que yo, soltó un borrón con la pluma estilográfica sobre la cruz. Él aprobó, a mí me suspendieron.

Yo creo que Don Juan Soria nunca llegó a estudiar francés, cuando cursó sus estudios, tanto de Bachiller como de Magisterio, esta asignatura no debía entrar, por eso, difícilmente nosotros podíamos aprenderlo con él.

Durante el verano de 1961 nos enseñó a leer en francés, Adeli, la hija mayor de Don Juan Casares, que a la sazón estaba cursando estudios de Magisterio en Cáceres, así que puedo decir, al igual que Víctor Manuel en su canción Adónde van los besos: “Todo el francés que supe y sabré nunca fue culpa de ella”.

Entonces no había elección posible y todos teníamos que estudiar francés, por eso, se me puede cantar, como le hacen a Víctor Manuel, también, en otra canción que se meten con él por no saber el idioma de Shakespeare: “Andrés, tu no sabe Inglé”. Y en honor a la verdad, francés tampoco mucho.

Fue un verano en el que disfruté bastante, pues prácticamente apenas tenía que estudiar, aprendí a montar en bicicleta en la de mi amigo Pedro Macías Borrego “El del Forestal”, una GAC roja que tenía los frenos de varilla, yo no tuve bicicleta propia hasta ya bien mayor, tan mayor que estaba ya casado cuando me compré la primera.

Muchas tardes me gustaba ir con Pedro hasta la charca de la dehesa, donde su padre, el señor Lucas, Guarda Forestal de Monroy y su comarca, tenía un huerto que lo regaba de la propia charca, sacaba el agua con la ayuda de un cigüeñal hecho con palos. Al final de la tarde nos deleitábamos comiéndonos una lechuga de las de “oreja de mulo” recién cogida de la huerta, sin ningún aditamento, ni siquiera sal pero me sabía muy dulce y refrescante.

En la charca de la dehesa, el señor Lucas, no nos dejaba bañarnos, para eso nos escapábamos al río, por supuesto andando, campo a través, fuera de los caminos convencionales, cual aventureros audaces, aunque no demasiado, pues también éramos prudentes, cómo todavía no habíamos aprendido a nadar, llevamos una cuerda por si acaso, cuando se metía Pedro en el agua yo me quedaba fuera sujetándola y viceversa.

Aprendimos a nadar solos, a base de intentarlo una y otra vez, sin ningún método, nos costaba hasta dos y tres años conseguirlo. Recuerdo mis primeros aprendizajes en la charca del Acediano, a la hora de la siesta, solía escaparme con chicos mayores que yo, entre ellos estaba mi primo Isaac, que se preocupaba por mí y me protegía. Esta charca estaba un poco más alejada que la otras dos que había entonces en el pueblo, la de la Dehesa y la de la Era, pero, por eso mismo, nos sentíamos más libres de las miradas de los mayores, por supuesto, nos bañábamos desnudos, en pelete, decíamos.

La proeza consistía en escaparse de casa a la hora de la siesta y no tener miedo de los tritones, que había muchos en las charcas, nosotros los llamábamos morches, esta denominación sólo la he oído en Monroy, no he visto en ningún diccionario local esta palabra, en Monroy es muy usada. Cuando alguno de nosotros se caía de bruces con estruendo, decíamos que se había pegado un morchazo. Recuerdo que cuando estaban fregando el suelo y yo pasaba y pisaba, mis hermanas se enfadaban conmigo y me decían: Morche, más que morche, eres un morche lagunero.

A veces, terminaban lanzándome el trapo mojado a las piernas, que como es bien sabido, estaban desnudas, pues llevábamos pantalones cortos, calzonas. No había llegado todavía al pueblo la fregona, los suelos se fregaban de rodillas, apoyando éstas sobre un rodillero de madera, cuando se estiraban para abarcar el mayor espacio posible a fregar sin mover la tabla, aprovechábamos para ver las corvas a las chicas.

Por cierto, las chicas no se bañaban, al menos públicamente, nunca en mis catorce, casi quince años que viví en el pueblo, vi a una mujer bañarse. Bueno una vez si que vi bañarse a Esperancita, una mocita de buen ver hija del Veterinario Don Francisco, claro que para ello tuve que subirme a la pared que separaba mi casa de la Bodega de doña Carmen y vi que ésta se bañaba en una tinaja cortada por la mitad.

El paseo del verano estaba instituido en la carretera de la Era, salíamos a pasear al oscurecer en pandillas constituidas por chicos y chicas de la misma edad. Mi pandilla estaba formada por Esperanci, Mari, Pili Camarero, mi prima Mena y Mati. Los chicos éramos Eustasio, Isarique, Vidal, José Manuel y yo, luego se sumaban los que no eran de pueblo y estaban de vacaciones con sus familias, como era el caso de Ramón Pedro Rubio.

Un domingo decidimos bañarnos en la charca de la era, pero estábamos tan a gusto, que se nos hizo tarde y llegaron las chicas de paseo, como estábamos desnudos hubo un tira y afloja entre las chicas y nosotros, con el siguiente dialogo:

Nosotros (Todos): Por favor, iros que tenemos que salir

Ellas: No nos vamos. Vais a tener que quedaros hasta que se haga de noche.

Nosotros (Algunos): Bueno, pues si no os vais salgo desnudo.

Ante esta tesitura y por el que dirán, las chicas se apartaban y nos dejaban salir.

Para evitar que esta situación se repitiera en el futuro, decidimos que había que ponerse bañador, pero como no teníamos y en el pueblo no los vendían, la solución de emergencia que adoptamos Telesforo y un servidor, fue ponernos una braga, él de su hermana Tere y yo de mi hermana Paqui, hay que decir a nuestro favor, que una braga de entonces tapaba más que un bañador tipo slip de ahora y no digamos que uno tipo tanga.

A propósito de prendas de vestir, la ropa que usábamos en aquellos tiempos, nos la hacía mi madre, estaba suscrita a una revista llamada Hogar y Moda, que traía patrones que ella recortaba para hacer todo tipo de prendas y vestidos a mis hermanas.

A mí también me hacia los pantalones, compraba tela de color azul y aunque ésta, no era ni en el tono ni en la textura como la de los vaqueros, ella hacía la hechura como si de pantalones vaqueros se tratase. A mí esto no me gustaba, pues comparaba los míos con los vaqueros de verdad, sobre todo, con unos que llevaba Ángel Arévalo que tenían los bolsillos y las rodilleras forrados de cuero. Sin embargo los míos estaban hechos con una tela mucho más fina y se rompían enseguida, mi madre los zurcía y re que te zurcía, echando remiendos y culeras hasta que ya no se podía más.

Los pantalones me los hacía cortos, por encima de las rodillas, una casa buena si tenían estos pantalones al ser cortos y era que, las rodilleras tenían un cuero mejor que las de Arévalo, pues estaban hechas de una piel mucho más fina, la piel a la intemperie de mis sufridas y desamparadas rodillas.

Recuerdo también que algunos niños en Monroy, sobre todo de las familias más pobres, no llevaban calzoncillos y tenían los pantalones con una raja en el trasero, de modo que cuando se hacían sus necesidades no manchaban la ropa, claro que la ropa no la manchaban, pero sí todo lo que tenían a su alrededor. Curiosamente el otro día vi un documental, donde unos refinados japoneses, utilizan hoy día este mismo método con los niños pequeños, no les ponen pañales y dejan que sus líquidos, y no tan líquidos, elementos fluyan libremente.

En la charca de la era en el borde del cibanto, así llamamos nosotros al promontorio de tierra donde se apoya el agua de las charcas, había un trozo de césped, que no se secaba nunca, no era muy grande, apenas cabíamos dos o tres y esto teniendo que dejar casi medio cuerpo fuera.

Cuantas noches del cálido verano monroyego, nos hemos tumbado los amigos, solos los chicos, en este pequeño oasis de hierba, conservado gracias al frescor que le transmitía la brisa del agua cercana.

Soñábamos que en este mismo sitio y bajo esta misma bóveda de la Vía Láctea, pudiésemos tocar alguna estrella. No importaba que ésta fuese de carne y hueso y tampoco nos importaba que no hiciese películas.

Dos de los miembros que formaban nuestra pandilla, Mari y Eustasio hace tiempo que no están entre nosotros, con estas líneas pretendo hacerlos presentes, aunque, sólo sea en el recuerdo y que sirvan también de homenaje y reconocimiento a los niños que fueron, de uno que fue amigo suyo y que sigue creyéndose, por momentos, que todavía es niño y por lo tanto sigue, a veces, teniéndolos como amigos.


Te recuerdo, me recuerdo Eustasio,
como Blasillo y su inseparable amigo,
tiernos personajes del Forges “El Sabio”
jugando entre las flores y el trigo

Soñando sobre el verde tapiz del suelo
encontrar la libertad y otros dones
por toda la inmensidad azul del cielo
entre blancas nubes de algodones.

lunes, 27 de octubre de 2008

CINTAS SIN CAPAS

Estos éramos los componentes de la rondalla de Monroy, fundada gracias a Don Marcelo Blázquez Rodrigo, voy a tratar de indentificarlos a todos, de izquierda a derecha, de abajo a arriba y por filas:

Domingo Benito (q.e.p.d.), Manolo Canelada, Mauri Magdaleno (q.e.p.d), Antonio Plaza, Ángel Collazos Simón, Don Marcelo, Andrés Gómez Ciriaco, Vidal Gómez Real, Telesforo Jiménez Sierra, Paco "El de la Posada"

Jesuli "El Sacristán", Nisi Galea, Lorenzo Mateo.

Paco Cerro, Santiago García, Ceferino Gómez Real, José Canelo (q.e.p.d.), Alberto "Tito", Nino, Jeromo Benito, Ricardo, Manolo Vega, Ulpi. (q.e.p.d.)

Eulogio "Frutos", Isaac Durán, Paco Canelada, José Antonio "Pino", Jacinto Vega, Mauricio "Chiola".

LA RONDALLA Y LA PRIMERA TELEVISIÓN EN MONROY


A pesar del desencuentro, nunca mejor dicho, pues el encuentro del fútbol nunca lo llegamos a jugar en las Erillas con sus porterías nuevas, siempre nos llevamos bien nuestro entusiasta coadjutor y un servidor, dando ejemplo de buenos cristianos, no me lo tuvo, no se lo tuve, en cuenta, hasta el punto de que llegué a formar parte de su núcleo de influencia, fui elegido en candidatura propuesta por él, en votación democrática y secreta presidente de una congregación de adoradores nocturnos, en versión para niños llamada Los Tarsicios.

Aunque ahora caigo, que a lo mejor Don Marcelo, si tuvo en cuenta este incidente, pues no recuerdo que volviese a organizar partidos de fútbol, quizás pensó que para ser entrenador tenía que escoger a unos, en detrimento de otros y esto generaría situaciones desagradables, como la protagonizada por mí, y prefirió no crearse problemas que afectaran a la cohesión entre nosotros.

Por las noches volvía de las clases de solfeo acompañado por José Luis, creo que se llamaba así, un chaval que vivía por detrás de la fábrica, era de una familia en la que todos eran muy altos, me parece que su padre era tío Largo, se debieron ir del pueblo por esas fechas y ya no les he vuelto a ver.

Cuando llegábamos a la altura del bar de la Lorenzana, el de Deme la de los churros, nos quedábamos en la puerta por fuera sin entrar, luego poco a poco, entrábamos disimuladamente, sin hacer ruido, tratando de pasar desapercibidos nos pegábamos a la puerta, desde allí contemplábamos extasiados la primera televisión que había llegado al pueblo, estaba en pruebas, se veía con mucha niebla, pero eso no quitaba para que los dos nos quedásemos embelesados viendo, lo que creo que era una serie sobre la guerra de los franceses en Argelia, quizás, fuese un documental, porque la televisión tampoco se oía bien, pero nos fascinaba lo que salía en la pantalla, nos parecía que era cosa de magia que a través del aire pudiesen llegar las imágenes, aunque fuesen en blanco y negro, hasta nuestro pueblo.

Esta televisión en pruebas se la llevaron, porque nunca llegó a verse bien, tuvimos que esperar casi dos años más, hasta que llegó la televisión definitivamente a Monroy, fue en 1962. Llegaron al mismo tiempo tres televisiones, a tres bares del pueblo, la de Tío Panta, la del Lobo y la nuestra. A mi hermano Miguel Ángel, que nació el 29 de abril de ese año, Teodori, la de tío Críspulo, decía que iba a mi casa a ver al niño de la televisión.

Llegó el momento de que los que quisieran formar parte de la tuna tenían que comprarse los instrumentos, me dijeron en casa que no había dinero para ello y que no podía ser, me llevé un disgusto tremendo, creo que entendía las dificultades económicas de mi casa y no protestaba, pero no podía reprimir la pena, me acostaba llorando y me levantaba llorando desconsoladamente.

A mi padre le gustaba jugar a la lotería, la compraba todos los años por navidad, contra reembolso, a la Hermandad de la Falla Virgen del Pilar de Valencia, incluso le nombraron por su fidelidad de años, Fallero de Honor y le regalaron una insignia de plata de esta hermandad, que a mí me gustaba lucir, sobre todo después de que la suerte quiso, que nos tocasen 500 pesetas, para mi madre estaba clarísimo que fue la Virgen del Pilar la que había mediado para que no me quedase sin bandurria, me compraron una que creo que costó 400 pesetas.

Esta bandurria la decoré con calcomanías que venían en los chicles Bazoka, como si de una premonición se tratara, en la parte frontal al lado derecho puse el escudo del Real Madrid y en el lado izquierdo el escudo de La Real Sociedad de San Sebastián, estas dos ciudades iban a tener bastante que ver en mi vida.

La convocatoria para formar la tuna fue todo un éxito, compramos instrumentos unos treinta, mi primo Vidal no necesitó comprar, pues tenia una mandolina, creo que heredada de su Tío Luis.

Don Marcelo en los ensayos, al principio, daba partituras para las canciones, pero como no todo el mundo había asistido a las clases de solfeo, optó por darnos las canciones con en nombre de las notas escritas directamente en un papel, lo imprimía mediante una especie de imprenta que él se fabricaba, creo que a base de glicerina o ¿era gelatina? Desde luego el aspecto encajaba más con la gelatina, lo cierto es que a mí se me antojaba que aquel producto podía ser peligroso, pues lo relacionaba con la dinamita, debía ser por aquello de la nitroglicerina, eso sí, las partituras sui generis tenían un precioso color azul.

La partitura de Clavelitos nos la pasaba así:

MI FA MI FA MI MI FA MI FA MI MI RE DO DO SI SI LA ....

La de Caminito:

RE FA LA LA LA LA, LA LA SI LA LA #DO SI LA SI LA.

Luego nosotros no las aprendíamos de memoria y a tocar, aunque algunos conseguían, caso de Fori, tocar las canciones que estaban de moda de oído, yo siempre fui un negado para ello, hasta tal punto que en el coro de la iglesia, desafinaba mucho y don Marcelo me insistía, agitando una y otra vez su mano derecha: la misma nota, la misma nota, pero como los extremeños no pronunciamos muy bien las eses que digamos, yo le entendía: “la mi manota”, “la mi manota”

Recuerdo que una vez fuimos a Talaván y tocamos en lo que a mí me pareció un teatro. Por Navidad íbamos casa por casa, cada día a una, tocando Villancicos, nos acompañaba un coro formado por chicas. Cada casa daba el correspondiente donativo que pasaba a lar arcas de la Iglesia.

En la tuna solamente había una chica, Nisi Galea. Cuando mejor me lo pasaba era cuando íbamos a dar la serenata a las novias de los chicos mayores, o a las chicas que pretendían fuesen sus novias, claro que esto generaba malentendidos, muchas veces la chica no sabía quien era el pretendiente y acudía a nosotros los pequeños para que les desvelásemos de quien había partido la idea de rondarlas.

Yo me hacía el interesante y les decía que era secreto, la verdad, es que muchas veces no se sabía muy bien de quien había partido la idea, podían ser varios los de la propuesta o bien por consenso, porque nos cogía de paso la casa de la chica.

Cuando insistían mucho, sí sabía el chico que a ellas les gustaba, les decía que había sido éste el que lo había pedido.

Claro que la cosa se complicaba cuando en una misma casa había varias hermanas en edad de merecer, a mí me encantaba este juego de las chicas interesándose por los chicos y viceversa, me parecía muy romántico.

Yo estaba enamorado de Esperanci, soñaba con la idea de ir a rondarla, pero solo lo soñaba, no me atrevía a pedírselo a los mayores, insinuaba a los que tenía con ellos más complicidades, que eran los más pequeños, a Fori, a Vidal, a Plaza, que podíamos proponer a los mayores ir de ronda a las chicas que viviesen por la carretera, empezando por arriba, desde la fábrica hacia abajo, por supuesto esto incluía a mis hermanas, pero, yo en quien pensaba realmente era en una de las hermanas Molineras.

Me gustaba imaginar que cuando sus hermanas Isabel, Loli o Lilia, preguntasen de quien había sido la idea, y para quien de ellas era la serenata, les diría que era secreto, pero que había uno, que estaba muy enamorado de una de ellas, nos les diría quien era el enamorado ni quien la pretendida, temía que se burlasen de mí, tenía solo doce años, pero eran unos año intensa, irremediable y perdidamente enamorados..

Cuando los chicos mayores empezaron a lucir cintas dedicadas por las chicas, capas nunca tuvimos, yo acariciaba la idea de que Esperanci me regalase una, gracias a mi hermana Paqui tuve una dedicada por ella, aunque siempre sospeché que la cinta me la regaló mi hermana y no Esperanci, entre otras cosas, porque Esperanci no sabía nada, pues lo mío era puro amor platónico, aunque me dio muy fuerte, hasta tal punto que cuando tía Matilde decidió irse a vivir a Cáceres en un piso que compró en la Calle García Plata de Osma, yo me sentí terriblemente triste y me despertaba todas las mañanas sin poder contener el llanto.

En nuestro repertorio teníamos, además de un montón de villancicos, las canciones propias de tuna: Carrascosa, Clavelitos, Noche de ronda, Sola se queda Fonseca, a mí me gustaban especialmentes, aunque, no fuesen propiamente canciones de tuna, Caminito y Alma Llanera; entre las canciones de ronda mis favoritas eran estas dos:

NOCHE CLARA


En esta noche clara de inquietos luceros

lo que yo te quiero te vengo a decir,

en tanto que la luna extiende en el cielo

su pálido velo de plata y marfil.



Y en mi corazón, siempre estás

y la reina de mi alma serás,

porque yo nací para ti

y la reina de mi alma eres tú.



En esta noche clara de inquietos luceros

lo que yo te quiero te vengo a decir.



Abre el balcón y el corazón

Siempre que pase la ronda,

piensa mi bien que yo también

siento una pena muy honda,

para que estés cerca de mí

te bajaré las estrellas

en esta noche tan bella

de toda mi vida será la mejor.






LAS CINTAS DE MI CAPA


Cual amantes van las olas a besar

Las arenas de la playa con fervor,

Así van los besos míos a buscar

De la playa de tus labios el calor.


Si del fondo de la mina es el metal,

Y del fondo de los mares el coral,

De lo más hondo del alma me brotó

El cariño mío que te tengo yo.


Enredándose en el viento

Van las cintas de mi capa,

Y cantando a coro dicen:

Quiéreme niña del alma.



Son las cintas de mi capa,

De mi capa estudiantil,

Y un repique de campanas,

Y un repique de campanas,

Cuando yo te rondo a ti.



No preguntes cuando yo te conocí,

Ni averigües las razones del querer,

Sólo sé que mis amores puse en ti,

El porqué no lo sabría responder.


Para mí no cuenta el tiempo ni razón

De por qué te quiero tanto corazón,

Con tu amor a todas horas viviré,

Sin tu amor cariño mío moriré.

lunes, 20 de octubre de 2008

Curas, fútbol y otras pasiones

Calicatura de Gensana que venia en las cajas de cerillas de la época

Juan Pedro, el Obispo navarro de Plasencia, tuvo a bien enviar a Monroy un coadjutor, hasta entonces nos habíamos bastado y sobrado con el párroco Don Abilio, creo que fue en 1960, cuando llegó a Monroy, recién ordenado sacerdote, Marcelo Blázquez Rodrigo, un serradillano de poco más de veinte años.

Este joven cura iba a revolucionar el pueblo, enseguida comenzó a dar clases de solfeo, creó un coro, una rondalla, hacíamos obras de teatro, nos compró los primeros balones de fútbol de reglamento que conocimos, aquellos que cuando rematabas de cabeza y lo hacías dando por donde se inflaban, te arrancaban de cuajo un mechón de pelos. Mandó poner las primeras porterías que tuvimos en el pueblo, concretamente en las Erillas, las colocó, lo recuerdo muy bien por lo que luego relataré, Ricardo Canelo.

Siempre andaba a la sombra de las muchachas en flor, le gustaba mucho tocar el piano, algunos dicen, que también a las muchachas. Entiendo que querían decir que a las muchachas también les gustaba que les tocase el piano, anda que lo estoy arreglando, bueno, sin ambigüedades ¡Cómo no iban a gustarle a un joven veinteañero las muchachas! Por muy sacerdote que fuese, antes que nada era hombre. Y a la inversa, supongo, que a las chicas también les gustaría, que un joven culto que sabía tocar instrumentos, les tocase algo a ellas, además del piano.

La Iglesia Católica tiene códigos imposibles de cumplir, no se puede llegar virgen al matrimonio, si no es a costa de la salud física y psíquica de los novios. No se puede exigir, indefinidamente, el celibato y la castidad a un hombre o a una mujer, que estén sanos, eso genera a la larga y no tan a la larga, comportamientos perversos, en los índices de pederastia, tan elevados, que se dan en el seno de la Iglesia Católica, creo que tiene mucho que ver, la exigencia de que los sacerdotes deban ser célibes, pues, lo único que se consigue con esto es crear seres obsesionados con el sexo.

Una noche en lugar de dar solfeo, Don Marcelo trajo a clase un aparato de radio para escuchar la retrasmisión de un partido entre el Real Madrid y Barcelona, era una eliminatoria de la Copa de Europa, estábamos todos alrededor de la radio, de pie, lo seguíamos con mucha atención, yo era, como casi todos del Real Madrid, mi primo Vidal, creo que para llevarme la contraria, se hizo del Barcelona.

Mis conocimientos de fútbol eran muy escasos, tanto que cuando Suárez marcó un gol, yo empecé a saltar, y claro cuando los demás me increparon y me llamaron chaquetero, entonces caí en la cuenta y enseguida pedí disculpas, creía que Suárez era del Real Madrid, claro que fue peor el remedio que la enfermedad, luego todos se reían de mi ignorancia.

Ese partido terminó con empate a dos, se jugó un 9 de noviembre de 1960 en Madrid. La vuelta fue en Barcelona el 23 del mismo mes, el resultado 2-1. El Real Madrid sufría su primera eliminación de la Copa de Europa. Decían las crónicas de entonces, que los culpables de que el pentacampeón europeo no siguiera en la competición continental fueron dos árbitros ingleses: Mister Ellis y Mister Leafe. El primero concedió un injusto penalti al Barcelona en el Bernabéu, y en el segundo anuló ¡cuatro goles! al Madrid en el Camp Nou.

El Madrid se vengaría once días después en la liga ganando por 3-5 .

Esta vivencia de la eliminación de Madrid y la injusticia de los árbitros ingleses, conformó, para siempre, mi trayectoria como seguidor de Real Madrid. Muchos suelen argumentar que todos los paletos somos del Real Madrid, yo no se lo discuto. Seremos paletos pero no tontos, pudiendo elegir, sería de necios no ir con un buen equipo, el mejor de mundo en el siglo XX, como luego ha quedado demostrado.

Lo de ser para siempre de un equipo, hoy tengo mis dudas. Mis hijos Javier y Gonzalo han jugado en el Atlético de Madrid en las categorías inferiores, cuando ellos jugaban no tenía ninguna duda y era del equipo de mis hijos y no sólo del equipo, incluso era de todos los equipos de las categorías inferiores del Atlético.

Cuando Fernando Torres empezó a jugar en el primer equipo del Atlético, me hice socio e iba con Fernando, menos cuando éste jugaba contra el Madrid. Pero, en los últimos derbis que jugó Fernando contra el Madrid, me sorprendí yendo con el Atlético, sobre todo en uno que se jugó en el Bernabéu, nos había invitado Joaquín Martorell, el dueño de Bahía la empresa que le representa, a su padre y a mí a asistir con él al encuentro, el del asiento de lado nos increpó porque animábamos a Fernando y le insultó llamándole niñato y algo más fuerte. Le dejé sin argumentos cuando le dije que yo era del Real Madrid, pero que antes, era amigo de Fernando Torres y que el señor que estaba a mi lado era su padre y que teníamos todo el derecho del mundo a animar a Torres, no sólo porque fuésemos allegados, sino porque el derecho a animar lo tiene todo el mundo, y a lo que no hay derecho, es a insultar y menos sin saber quien se tiene a lado.

Creo que también tenía mucho que ver, en este desencuentro circunstancial con el Real Madrid, los rumores de que a mi hijo le habían echado de Marca, por culpa del presidente del Madrid, y que además, se hubieran cargado a Vicente de Bosque gran entrenador y mejor persona.

De Vicente del Bosque tengo una anécdota que lo define como lo buena persona que es. Mi hijo Gonzalo se estuvo probando, cuando era benjamín, en el Real Madrid, un día nos presentamos al entrenamiento y no había nadie. Cuando estábamos consultando los horarios de entrenamiento en el tablón de anuncios de la Ciudad Deportiva, salió Del Bosque y nos preguntó que nos pasaba, le dijimos que el niño no sabía muy bien que día entrenaba, nos pidió que no le culpásemos, que la culpa era de ellos por no haberle dado el horario de entrenamiento por escrito, sobre todos cuando se trataba de niños tan pequeños y con gran humildad nos pidió perdón.

Don Marcelo, aparte de ejercer de cura, de profesor de música, de director de teatro, hacía también de entrenador, formó dos equipos uno con los pequeños hasta los doce o trece años y otro con los mayores, a mí me colocó de defensa central en el equipo de los pequeños, el primer partido que lo jugábamos contra los mayores en la era, en un terreno en cuesta, nos dio unas pequeñas nociones de la demarcación que debíamos ocupar cada uno, y dibujó en el suelo a modo de pizarra la posición de cada jugador. Nos tomábamos tan a rajatabla nuestra posición, que nos colocamos en el campo exactamente igual que el dibujo que había hecho el entrenador, parecíamos, más que jugadores de fútbol, muñecos de futbolín.

Estaba muy ilusionado con el equipo de fútbol, con los balones de cuero y sobre todo con las porterías, nunca las habíamos tenido de madera, antes se señalizaban con piedras cubiertas con las chaquetas de los que jugábamos, por eso el día que se estrenaron, aun sin redes, suponía todo un acontecimiento.

Pero Don Marcelo estimó que las porterías debían ser inauguradas por los chicos mayores y formó dos equipos con ellos, sin darnos bola, nunca mejor dicho, a los pequeños, yo confiaba que luego hubiese un partido entre nosotros, pero el tiempo se echó encima y nos tuvimos que ir a comer.

Mi frustración fue tan grande que en el camino de vuelta no pude más y exploté, le solté muy enojado una sarta de improperios a nuestro bien intencionado cura, le dije que teníamos que jugar todos porque los terrenos donde estaban las porterías eran del pueblo, creo que dije que era de los agricultores del pueblo y que le iba a decir a mi padre, que además de agricultor era hermano del alcalde, que no permitiera jugar al fútbol a nadie si no jugábamos todos, era mi versión infantil adelantada al grito de la transición: Aquí cabemos todos o no cabe ni Dios.

Ricardo Canelo, que nos acompañaba, porque fue a comprobar si las porterías estaban bien puestas y darles los últimos toques, comentó a Don Marcelo y yo lo oí, “Este Pitachina es muy soberbio” En eso coincidía con mi hermana Paquí, que siempre dijo de mí que era un gran soberbio y es posible que los dos tuvieran razón, pero en realidad era, y a veces lo sigo siendo, creo, que más que soberbio, iracundo, sobre todo en el pronto, cuando pienso que alguien comete una injusticia o no estoy de acuerdo con lo que dice, salto enseguida, luego cuando reflexiono y veo que la gente lo hace sin mala fe pido perdón, me pierden las formas, en el fondo trato de hacer todo lo posible por ser tolerante.




Alineación del partido 9-11-60 . COPA EUROPA REAL MADRID-BARCELONA 2-2


Real Madrid: Vicente, Pachin, Marquitos, Casado, Vidal, Del Sol, Herrera, Mateos, Di Stefano, Puskas, Gento.
Barcelona: Ramallets, Rodri, Garay, Gracia, Verges, Gensana, Villaverde, Evaristo, Kocsis, Suarez, Czibor.

viernes, 10 de octubre de 2008

La Virgen de Lourdes y el miedo escénico

La maestra Doña Carmen, con la colaboración del cura Párroco Don Abilio, había decidido hacer la representación de la obra de teatro sobre la aparición de la Virgen en Lourdes, titulada Bernardita.
A mí me tocó hacer de comisario, a mi primo Vidal de médico. No sé como con los antecedentes que teníamos Vidal y yo, en cuanto a dotes artísticas, volvieron a confiar en nosotros.

Antes, por San Isidro nos habían hecho bailar, junto a un montón de chicas, una isa canaria, la famosa “Esta noche no alumbran las farolas del mar...” La coreografía se las traía: Dos niños extremeños vestidos de baturros interpretábamos un baile canario. Bueno lo de bailar es un decir, éramos los dos tan sosos, que en mitad de la canción, en lugar de bailar, lo que hicimos fue agacharnos para recoger los caramelos que la gente nos tiraba.

La obra de teatro se representó en el Casino, en su salón de baile, en la escena que nos tocó hacer, primero salgo yo (El comisario) con una gorra de plato del alguacil, que me estaba grandísima y se movía al andar, a continuación sale Vidal ( El médico) con un reloj de su padre, la pulsera era más del doble de ancha que la muñeca de mi primo, y para que el reloj no se le cayese, salió llevando el brazo extendido, la gente nada más vernos salir ya comenzó a reírse.

Empiezo la escena gritando todo lo más que puedo:

“Inocencia dice, vaya inocencia, pues no se le ha ocurrido a estas mocosa más que decir que la Virgen se le ha aparecido, no está mal...”.

Pego un bastonazo enérgicamente en el suelo y en ese mismo momento, se me cae la gorra encima de los ojos y me tapa la cara. Mientras, Vidal trata de coger la muñeca de Ponchi, (Bernardita) para tomarle el pulso y claro está, como el reloj le bailaba en la muñeca, tiene el brazo completamente extendido y lo mueve muy lentamente para que el reloj no se le caiga. Os podéis imaginar, el contraste entre mi brusquedad ante el movimiento instintivo para recoger la gorra y la parsimonia y la lentitud de Vidal, para impedir que el reloj se le cayese. Las carcajadas son unánimes y alguien grita pidiendo, creo que fue Don Juan Soria: “Que lo repitan, que lo repitan”.

Los nervios de antes de salir al escenario eran horrorosos, angustiosos, terribles, yo me maldecía por ser tan cobarde y estar temblando por salir a escena, que lejos estaba de esos héroes de las películas del Oeste, que no temían a nada, si embargo yo, ante una simple representación de una obra de teatro ante gente conocida, temblaba y me entraban unas ganas de orinar tremendas, nunca llegarás a nada, pensaba para mis adentros.

Uno, ya de mayor, ha podido comprobar, como hasta los grandes actores y actrices tienen nervios antes del estreno de una obra de teatro. Cuanto hubiera agradecido entonces que alguien me hubiera dicho que no era raro sentir nervios antes de salir a un escenario, que eso era lo normal y que lo raro era lo de los héroes de las películas que nunca sentían miedo, que todas las personas tenemos miedos y somos vulnerables, que lo malo no es sentir miedo, sino, no conseguir superarlo, tal vez, con esta sencilla reflexión, no me hubiera comportado en la vida con tanta timidez y no me hubiera considerado, durante tanto tiempo, un bicho raro, con un desmesurado sentido del ridículo.

De esta época, recuerdo también, que traté de leer mi primer libro, me lo facilitó Doña Carmen de la biblioteca de su escuela, era Moby Dick, he dicho que traté de leerlo, pero no conseguí terminarlo, malos mis principios como lector, tal vez veía demasiada violencia en la lucha obsesiva y destructiva entre el capitán Ahab y la inmensa ballena blanca. Nunca me han gustado las obras demasiado violentas, no me gustaba esa lucha a muerte por la supervivencia.

De mayor si que me gustó mucho, la lucha desesperada entre un hombre y un pez, pero fue en el libro El Viejo y el Mar de Hemingway.

Ahora, cuando van a cumplirse casi cincuenta años de esa primera lectura fallida, quizás no sea mal momento para retomar el libro de Moby Dick, que está considerado como obra maestra, y pueda sentir en mi fuero interno, la satisfacción de aprobar una asignatura pendiente que ha durado demasiado tiempo. Nunca es tarde si la dicha es buena.

Uno que estos últimos años ha descubierto el placer del hábito a la lectura, da gracias al haber podido superar esa inercia perezosa que te hacía posponer la lectura, con demasiada frecuencia, ante otras alternativas como era, por ejemplo, ver la televisión.

Antes, solía leer libros con verdadera fruición, pero lo hacía muy de tarde en tarde. Hoy una de mis mayores pasiones es leer, sobre todo libros de ensayo, memorias o de viajes, a uno le gusta pensar que gracias a la lectura, puede escribir estas modestas líneas, que sin duda, si no hubiera adquirido el gusto y el hábito por la lectura, difícilmente, podría escribirlas. Alguien dijo que para poder escribir un libro, antes hay que haber leído mil.

jueves, 2 de octubre de 2008

MARIO Y SUS GAFAS


Maribel, me lleva insistiendo todo el tiempo para que ponga en el blog fotos de nuestro nieto Mario, yo me resisto, pero con ésta, que la tengo como fondo de escritorio en mi ordenador, no me he podido resistir.