martes, 13 de abril de 2010

LIBRO SOBRE MONROY

PRÓLOGO DEL LIBRO EDITADO EL PASADO MES DE AGOSTO CON MOTIVO DE LA CONMEMORACIÓN DEL 700 ANIVERSARIO Y QUE SE PUEDE ADQUIRIR EN LOS ESTABLECIMIENTOS DE MONROY Y EN LA ASOCIACIÓN CULTURAL EL BEZUDO

El amigo Juan Vicente Rosado Gómez, entusiasta y trabajador Presidente de la Asociación Cultural El Bezudo, me pide que prologue este Volumen que contiene el interesante, riguroso y meritorio trabajo de investigación que han realizado los profesores Santiago García Jiménez y José María Sierra Simón, también amigos; además se incluye un excelente trabajo realizado sobre nuestra fiesta de “Las Purificás” por Maria Teresa Gómez Camarero, Mari para todos nosotros, a la que le viene como anillo al dedo (dicho en monroyego: le viene ello por ello) la definición que el gran Neruda hizo de los poetas de pueblo: Poeta natural de la tierra que en el viejo corazón del pueblo ha nacido y de allí viene su voz sencilla.

Para mí es todo un honor figurar en este libro, aunque sólo sea a través de este modesto prólogo, junto a tan brillantes autores. Lo único que comparto con todos ellos es haber nacido en el mismo pueblo. Considero que no es ningún mérito nacer donde nacemos, pero si lo es amar, compartir emociones y ser tolerantes con lo que nos hemos encontrado a nuestro alrededor, y es en este sentido donde creo que nos une algo más que el lugar de nacimiento, nos une, fundamentalmente, el ser monroyegos por dedicación, comprensión y amor.

A Santiago y a José Maria, además de haber realizado este exhaustivo estudio de la Villa Romana, cabe adjudicarles, también en comandita, el gran mérito de haber sido sus descubridores, acontecimiento este que considero de los más relevantes en la historia de Monroy, al mismo nivel que la fundación del pueblo, en 1309, o la remodelación del Castillo que hizo el insigne pintor Pablo Palazuelo.

Aunque la mayoría de estos trabajos ya estaban en la página web de la Asociación El Bezudo, creo que es muy oportuno publicarlos en el libro que conmemora el 700 Aniversario de la fundación del pueblo. Un libro hace que las cosas sean más patentes y reales que en el mundo virtual, al menos hasta ahora, y este libro es pertinente en este momento, porque, como podremos comprobar a través de la lectura del primer capítulo, queda muy clara la influencia que ha tenido el hecho de que Monroy naciera, hace siete siglos, alrededor de un castillo.

El libro abarca desde el estudio del patrimonio artístico -la Villa Romana, la Iglesia de Santa Catalina y el Castillo- hasta el estudio del patrimonio cultural y etnográfico con sus fiestas, costumbres y vocabulario autóctono.

Santiago García ha confeccionado un exhaustivo vocabulario donde se recogen todas las palabras que usamos en Monroy, y que, después de estar mucho tiempo sin oírlas, de pronto uno las escucha y se siente inmediatamente transportado a los tiempos de su niñez.

La mayoría de los localismos se producen por la tergiversación de las palabras, ya que debido a la transmisión por vía oral, las sílabas se trastocan y se convierten en sonidos parecidos al de las palabras originales. Algunos de estos localismos tienen mucha gracia, a veces se encuentra uno con expresiones como ésta: ¿Qué vamos a comer hoy? Preguntaba José Manuel a Matilde, su madre. Muchachinos con chalecos. Respondió ella de la forma más natural. Se refería a que iban a comer alubias de la variedad carilla.

En Monroy llamamos a la alubia: frejón. El Diccionario de la R.A.E. da como palabra usada en Extremadura frejol, que no es otra que el fréjol o fríjol de los mejicanos.

“Le han operado de la pendi” se dice en referencia a la extirpación del apéndice que todos tenemos en nuestro intestino, como reminiscencia de nuestros antepasados los primates y que a ellos les servía para fermentar las hojas para su dieta, pero que a nosotros no nos sirve para nada, y cuya inflamación nos provoca una apendicitis, o, en el peor de lo casos, una peritonitis.

A principios de los años sesenta del pasado siglo, se puso de moda un corte de pelo denominado “garçon”, chico en francés. Pues bien, mi madre que era muy aficionada a las revistas de moda, decidió que la palabra para denominar este corte de pelo que las chicas se hacían para parecerse a los chicos y estar más cómodas se pronunciaba guasón. Siempre me he preguntado quien sería el guasón ese que las tomaba el pelo.

Cuando se decidió que nos viniéramos de San Sebastián a Madrid, uno de los argumentos favoritos de mi madre era que también en Madrid había fábricas importantes donde podríamos colocarnos, que en “Las Tandas” se habían colocado varios de Monroy. La fábrica a la que se refería mi madre no era otra que “Stándar Eléctrica”, hoy Alcatel.

Creo que fue Camilo José Cela el que dijo que ‘se es de donde se ha estudiado el Bachillerato’, entendido esto, no en el sentido de haberlo estudiado, sino por el lugar donde se ha vivido cuando se tiene la edad de estudiarlo. Todos los que aquí figuramos hemos vivido con esa edad en Monroy, pero es que, atendiendo literalmente a esta premisa, tanto José Maria Sierra cómo yo, somos, sin lugar a dudas, muy de Monroy, pues los dos hemos estudiado el Bachillerato en el pueblo.

Lo hicimos por libre, aunque no libremente, pues no teníamos otra opción. Siempre que recuerdo estos tiempos de libertad condicionada, pero de libertad al fin y al cabo, aparece el amigo José Mari, al que teníamos como ejemplo a seguir pues fue el primero de los alumnos de don Juan Soria que consiguió aprobar Cuarto y Reválida.

Decía también el gran poeta Rainer Maria Rilke, que ‘la verdadera patria del hombre es la infancia’, y yo no puedo estar más de acuerdo con él; incluso añado que los veranos de la infancia son la patria de la patria, vamos que son la repatria.

A propósito de lo de repatria, me viene a la memoria una anécdota que contó Santiago García cuando yo tenía siete años. Era verano, Santiago y todos sus amigos estaban sentados, en la Calle Nueva, en el umbral de la tienda donde hoy se venden los periódicos y que entonces era una casa. Entre sus amigos estaban su hermano Ramón, Virgilio, Manolo Vega, Daniel Sierra, Ulpi (q.e.p.d.), y mi primo Isaac, que aquella tarde fue capaz de beberse de un trago, sin respirar, una botella de litro de gaseosa La Casera. Pues bien, Santiago contó que cuando se estaba representando en el teatro romano de Mérida “La Orestíada” un alcalde de un pueblo cercano dijo que le habían invitado a ver una obra que se llamaba La Reostia.

A mí siempre me ha gustado escuchar las conversaciones de los mayores, con esto no quiero decir que Santiago sea muy mayor pues sólo me lleva tres o cuatro años. Ponía gran atención en lo que decían. La edad que teníamos cuando Santiago contó esta anécdota, puedo precisarla porque también recuerdo que comentaba con sus amigos el conflicto que estaba a punto de estallar con Marruecos en el Sidi Ifni, y esto sucedió en 1957.

Santiago y sus amigos compartían la preocupación por este conflicto ya que había muchachos de Monroy haciendo la mili allí, e Isaac y yo estabamos especialmente preocupados porque entre ellos se encontraba nuestro primo Justo Gómez Durán (q.e.p.d.)

Es curioso como me van aflorando los recuerdos de la infancia. Dicen que la miel es muy buena para la memoria. Cuando éramos pequeños existía la costumbre de untar el chupete con miel, y, a lo mejor, es por esto por lo que tengo tantos recuerdos. Contaba mi madre que un día se extrañó de que con lo zampón, como buen Gómez, que soy me pasase tanto tiempo sin protestar. Cuando, preocupada, fue a ver el motivo de mi silencio me encontró de pie sobre la cuna comiéndome la miel a dos manos: había vaciado el recipiente que estaba en la mesilla lleno del rico néctar.

Mi buena memoria quizás sea debida, también, al fósforo que tomé cuando estudiaba, pues mi madre me hacía tomar pastillas de Fosglutén, que, según el prospecto, servía para reforzar la memoria. Era tal la fe que mi madre tenía en las medicinas que me pedía que no le contase a nadie que tomaba Fosglutén, porque iban a pensar que si aprobaba era debido a las pastillas, que hacían que tuviese más memoria.

Nos hacía tomar a todos los hermanos Adetín, que era un complejo vitamínico para combatir el raquitismo, seguramente la constitución ósea tan fuerte que tengo se debe a la ingestión de esta medicina.

También nos daba continuamente yodo, aunque creo que esto se lo daban a todos los niños del pueblo, estaba muy extendido en esta época en Extremadura el tomar yodo, pues la falta de este elemento era lo que provocaba la pandemia del bocio causante del cretinismo en la zona de Las Hurdes.

El Doctor Marañón supo ver que el verdadero problema de Las Hurdes era debido a una paupérrima alimentación, y que no tenía nada que ver con una raza maldita, ya que en cuanto comieron como era debido, se acabó el cretinismo.

Con catorce años salí del pueblo hacia Rentería, trabajé de botones en una agencia de publicidad de la calle Garibay de San Sebastián. Mi trabajo consistía en llevar los anuncios a la radio, a los cines y, sobre todo a los periódicos. En aquella época se editaban El Diario Vasco, La Voz de España y el vespertino Unidad. Enseguida hice amistad con los empleados de los distintos medios, que, en general, eran bastante simpáticos y afables, y también con los botones de las demás agencias, pues solíamos coincidir varias veces al día en los mismos lugares. Allí todo el mundo te preguntaba dónde habías nacido. Cuando les decía que era de un pueblo de Cáceres, siempre me decían que no lo parecía, y, enseguida, sacaban a colación Las Hurdes. Sin embargo, en Madrid, como pude comprobar un año después, a nadie le importaba de donde era.

¿Qué no parecía extremeño? ¿Qué concepto tenían ellos de los extremeños? Pude comprobar que no muy bueno, pues nos llamaban despectivamente manchurrianos; también usaban nuestro gentilicio, cacereño, en tono despectivo.

Hubo un grupo de exaltados, capitaneados por un fotograbador de La Voz de España, que trató de captarme para su causa, que no era otra que la del nacionalismo vasco (entonces estaba ETA en embrión), y cuando se enteraron que era extremeño y que no estaba dispuesto a dejar de serlo, dejaron de hablarme y me hicieron el vacío.

Este episodio me marcó para siempre y pienso que en sentido positivo, pues me hizo darme cuenta de lo tremendamente injusto que es juzgar a la gente por su lugar de procedencia. Desde entonces tengo un inmenso respeto por todos los que se han visto obligados a emigrar.

Si ya de por sí, en condiciones normales, todo ser humano es débil y vulnerable, no digamos si encima uno es todavía un niño, se encuentra lejos de la otra mitad de la familia, su madre y cuatro hermanos, y se siente menospreciado y rechazado por un grupo que forma parte de su entorno diario.

Hay que decir, en honor a la verdad, que hubo otros que se solidarizaron totalmente conmigo, entre ellos no puedo olvidar a un chico de mi misma edad, Jesús, botones también como yo de una agencia de publicidad, que en todo momento me prestó su apoyo. Descubrí con él lo importante que era la amistad, y también descubrí el colorido tan espectacular que tenía la Vuelta Ciclista a España, sobre todo, después de estar acostumbrado a verla por la televisión en blanco y negro.

Jesús me presentó a Gabica, que era familiar suyo, y ciclista integrante del famoso equipo Kas, y pude ver, y casi tocar, al mítico Rik Van Looy, aquel que era citado en el libro “María Matrícula de Bilbao”, para nosotros titulado “Luiso”, y que nos habían mandado leer para la asignatura Formación del Espíritu Nacional, ahí es nada, claro que nosotros, más prosaicos y cándidos, la llamábamos sencillamente Política.

Acostumbrados como estábamos a estudiar de memoria y aprendernos las lecciones casi al pie de la letra, el libro de “Luiso”, que era una novela, pensé que también me lo tendría que aprender de memoria, y, según mis recuerdos, el libro empezaba más o menos así:

Al capitán del Maria no le importaba ni poco ni mucho la Vuelta Ciclista a España. Pero al oír la radio en su camarote se alegró pensando que su hijo Luiso estaría muy contento, que se le pondría la carne de gallina al saber que su ídolo Bahamontes se había encaramado en lo más alto de la clasificación de escaladores. Rik van Loy, había vuelto a ganar al sprint una etapa más...

Pues allí estaba yo, junto a mi amigo Jesús, viendo de cerca a Rik van Loy, casi tocándole. Es una de las escasas alegrías que recuerdo de aquella época.

Nunca he olvidado la inmensa tristeza que sentí un Lunes de Albillo, siempre mi corazón de lunes ha sido mucho más triste que mi corazón de viernes, y, encima, ese lunes me habían mandado a cobrar unas facturas a las instalaciones de Tintorerías París, que estaba en el Barrio de Loyola, y que me costó bastante tiempo encontrarlas, a pesar de que no era pequeño el edificio que las albergaba.

Aquel lunes no pude evitar que se me saltaran las lágrimas pensando que, en ese mismo momento, en Monroy, muchos de mis amigos estarían montando un caballo bellamente enjaezado, mientras yo me encontraba a cientos de kilómetros de distancia, empapado por la lluvia. Y aunque no estaba en cualquier parte, ni en cualquier lugar, porque San Sebastián es un lugar precioso, estaba lejos de mi otra gente y del encinar; había seguido otras pisadas, tanto nos habíamos seguido las pisadas unos a otros los monroyegos que –pasado el tiempo- Rentería y Monroy se hermanaron, al comprobar, por el censo, la gran cantidad de monroyegos que habían emigrado en los años sesenta a esa industriosa población.

También se le saltaron las lágrimas a mi padre cuando llegué a casa de mi tía Ángeles, que era donde vivíamos en Rentería, y le recriminé que el año anterior no me hubiera dejado ir al Lunes de Albillo montado en la preciosa yegua blanca que había comprado en la feria de Cáceres y que un buen día descubrí que se saltaba las paredes de las cercas conmigo de jinete. Entonces me había prometido que el próximo año me dejaría ir, que estrenaría el bocado que llevaba varios años colgado sin haberse utilizado, y me compraría una albardilla nueva.

Ese próximo año había llegado y ya no teníamos ni bocado, ni albardilla, ni yegua blanca, ni cercas, ni Lunes de Albillo, ni nada de nada. Si me hubiera dejado ir el año anterior, por lo menos, podría haber vivido la experiencia por la que tanta ilusión tenía, pues, desde muy pequeño, soñaba con poder ir a la romería del Lunes de Albillo con un caballo enjaezado y con una amazona al lado.

Al evocar todo esto me pongo en el lugar de mi padre y pienso en el enorme sufrimiento que debió sentir al verme a mi tan compungido y triste. Hoy que ya soy abuelo, sé, por experiencia, que esto le debió doler a mi padre más que a mí.

Mi padre después de haber vivido más o menos bien en el pueblo, con cincuenta y un años tuvo que trabajar de peón de albañil en la construcción de La Papelera Española, de Rentería, y de descargador en el Puerto de Pasajes. Las circunstancias le obligaron a abandonar su tierra y emprender una nueva vida muy diferente a la que había tenido en el pueblo, pero tengo que decir en su honor, que mi padre, lejos de lamentarse, nos dio todo un ejemplo de dignidad y de saber adaptarse, incluso le cambió el carácter para bien: tenía que trabajar duro, pero el fin de semana recibía la remuneración por su trabajo, y ya no tenia que esperar todo un año para ver el resultado de la cosecha, que casi siempre, y sobre todo en los últimos años, era un mal resultado.

Como ya dije, estoy totalmente de acuerdo con Rilke que la patria de cada uno es su infancia, y porque esto es así, no importan tanto el país, ni siquiera el paisaje, lo importante de verdad para la infancia es el paisanaje.

Un lugar puede tener un inmenso mar azul y playas de arena fina y otro sólo tiene un río con muchas piedras, pero su cielo es de un azul tan intenso que quien lo mira se olvida de las piedras del río. Uno puede ser muy feliz montado en un barco, otro montando en un caballo.

Como siempre estoy hablando de mi pueblo y de mi infancia es posible que algunos puedan meterme en el mismo saco que a los nacionalistas. Pero una cosa es amar y defender las cosas de mi tierra que merecen la pena, no todas por cierto, y otra muy diferente sería el que yo negase en los otros estos mismos sentimientos. Precisamente porque yo he amado mucho mi pueblo y he sentido mucho tener que abandonarlo, por eso mismo, entiendo y me pongo en el lugar de otros que sienten lo mismo que yo por su lugar de origen.

El nacionalismo es excluyente, en el fondo todo nacionalista niega al otro al considerarse superior, es cierto que debido a variados factores en unos sitios se vive, económicamente hablando, mejor que en otros, pero hay un principio universal y fundamental para el desarrollo del individuo, que no es otro que el principio de la igualdad de oportunidades.

Cuando los extremeños hemos tenido las mismas oportunidades que otros hemos demostrado que somos iguales a los demás. Mi estancia en San Sebastián me hizo reafirmarme en mi sentimiento por todas las cosas de Extremadura, pero no en el sentido de considerarlas mejores y diferentes, sino en que no son inferiores, ni las cosas, ni nosotros, porque nadie es superior a nadie por su lugar de nacimiento, lo decía muy bien mi admirado don Miguel de Cervantes: Uno no es más que otro, si no hace más que otro.

Pues apliquémonos el cuento, la única forma que tenemos los extremeños de demostrar que no somos inferiores a nadie es mediante el esfuerzo diario, en prepararnos y trabajar por conseguir los logros que, sin duda, vendrán, pues estamos tan capacitados para ello como lo pueda estar el que más.

Tuvimos que salir y pagar un peaje bastante alto por no tener industrias en Extremadura, pero por eso, y gracias a ello, nuestro paisaje se conserva inmaculado. Dicen que Monroy se encuentra en medio de la nada, pero yo siempre digo que esa nada es, nada más y nada menos, que un mar de encinas; un remanso de paz y de sosiego, donde se puede escuchar el silencio, porque de puro que es, se hace sonoro; es un azul intenso en un inmenso cielo; es el bosque mediterráneo en estado puro, un privilegio que hay que saber apreciar y conservar para que no desaparezca.

Tenemos aves y animales salvajes que han desaparecido ya en otros sitios. La zona de influencia de Monroy se encuentra entre los puntos más recomendados por naturalistas ingleses y alemanes para la observación de aves de la Península Ibérica.

Tenemos la más exuberante de las primaveras, con esencia de olores y sabores, que hace que tengamos productos, que solamente nosotros podemos obtener, el queso de pasta blanda mejor del mundo que eso dicen que es la torta del Casar. La del Casar y la de Monroy, digo yo, pues tenemos los mismos ingredientes para hacerla, a saber, leche cruda de oveja merina, cuajo vegetal y los mismos pastos.

Recuperemos nuestras materias primas, como diría Antonio Gala, refiriéndose precisamente a los nacionalistas excluyentes, nosotros tenemos el jamón, el jamón puro y único que da la crianza en montanera, con bellotas de nuestras encinas. Por esta misma razón, la de tener las mejores encinas y los mejores pastos tenemos el mejor cabrito, el mejor cordero, y la mejor ternera del mundo. Podemos hacer el pan candeal horneado con leña de encina avivado con el aroma de la jara.

Restauremos nuestros molinos y nuestras almazaras, recuperemos nuestros hornos árabes, ofrezcamos turismo de calidad, turismo con encanto, turismo basado en las mejores materias primas, en la naturaleza, en las ciudades bellas con historia (Cáceres y Trujillo nos limitan), creemos turismo del futuro, lo que los italianos han bautizado con el nombre de ‘turismo de las ciudades lentas’.

Dicen que no hay mal que por bien no venga, por no tener industrias tuvimos que emigrar, pero por no tener industrias tenemos hoy algo que les queda a muy pocos: una atmósfera tan pura y tan diáfana que parece la noche una pura metáfora.

Andrés Gómez Ciriaco


4 comentarios:

onifur dijo...

lei tu prologo en el libro pero me ha encantado releerlo en este libro digital que es la pantalla de mi p.c.

Un saludo,
Onifur

Mimi dijo...

hola Andres, de tanto en tanto paso, me gusta mucho leerte y como esplicas las cosas de mi pueblo hacia muchos años que no sentia eso de muchachinos con chalecos, carillas, esas palabras me buelven a mi infancia, y me gusta recordarlas, felicidades, y gracias
Mimi

pepi dijo...

yo tengo el libro y me emociono al leerlo,pues recuerdo mi niñez en mi monroy kerido felicidades

mari luz dijo...

sigue escribiendo tus vivencias en monroym em encantam