miércoles, 21 de septiembre de 2011

MONROY UN PUEBLO CON SUERTE




Monroy debe ser un pueblo con suerte, pues uno conoce a bastante gente de Monroy a los que les ha tocado algún premio. El más importante fue en vísperas de los toros cuando hace años le tocaron  doscientos millones de pesetas a Joaquín (q.e.p.d), con el dinero de la lotería se compró la finca Piezarza, cuyo nombre motivó el apodo de mi padre y mi seudónimo.

También creo que fue en el mes de septiembre cuando tocó a varios vecinos de Monroy el primer premio en sorteo de la Once, con cantidades importantes para Miguel Ángel Camarero, Pablo Simón (q.e.p.d) y algunos más que ahora no recuerdo.

 A la hermana de Tomás Tobías, también le toco una importante cantidad en la Lotería primitiva,  creo que fueron cerca de noventa millones de pesetas.

A Domi, Mati y a mi hermana Mena en distintos sorteos de la Once les ha tocado también el primer premio, cinco millones de pesetas a cada uno. 

Y a mí, sin ir más lejos, me tocaron ochocientas mil pesetas en el tercer premio de la Lotería Nacional, la víspera de mi cumpleaños el día 7 de diciembre de 1979 y un Citroen AX en un sorteo de Hipercor.

Teniendo en cuenta el cálculo de probabilidades  de todos los sorteos,  se me antoja muy elevado las veces que hemos obtenido premios gente de Monroy.

Pues para mayor abundamiento sobre la suerte de los monroyegos, resulta que el pasado jueves, día 15,  a un hijo de José Canelo le han tocado  1.300.000 euros en el sorteo de la  Lotería  Primitiva. El boleto   fue sellado en el Estanco de Camino Llano de Cáceres, que regenta Paloma Mohedas Saavedra, que debe ser hija de Antonio, y por tanto sobrina de Juanita y Tere, y nieta de Felipa, familia  muy querida por la mía.  En la entrada Aspirante a Bachiller  hago mención a esta entrañable familia.

Entre las notas que tengo apuntadas y que me sirven de guión para escribir mis vivencias en Monroy,  aparece en primer lugar para ser desarrollada esta: “Torta de chicharrones. Los extremeños el culo del mundo, José Canelo

Y uno se alegra especialmente de estas coincidencias, por el Premio a un monroyego, porque sea un hijo de José Canelo, porque haya tenido lugar en una Administración de una familia muy querida y porque coincida en el tiempo que en mis notas para este blog mencione a su padre (q.e.p.d), el pequeño de los Canelos, familia también muy querida por todos nosotros los Pitachas.

José Canelo y su mujer cuando eran novios eran asiduos a nuestro baile y formaban parte de esas parejas simpáticas, que bailaban muy bien  y uno deseaba,  cuando fuese mayor y tuviese novia, poder bailar y ser tan simpáticos como ellos.

El hijo de José Canelo está casado con una hija del Chapi, al que le viene el mote por su padre tío Chapirango. Contaba el Chapi, un día en el Casino, que cuando eran jóvenes venían  a mudarse al pueblo cada quince días, solían venir andando desde las fincas de Las Lapas y Las Sauceras  distantes de Monroy más de quince kilómetros. Inmediatamente de haberse mudado, salían, también andando,  para ver a sus novias que estaban sirviendo en Cáceres. A veces resultaba que cuando llegaban al río Almonte, no podían pasarlo por la crecida de las aguas y tenían que seguir el curso del río hasta el Aguijón de  Pantoja, donde estaba el Puente de San Francisco.  Hacían más de treinta kilómetros andando hasta Cáceres, para estar un ratito con la novia, y seguramente, lo más que sacaban era algún beso robado.

Y lo de la anotación Torta de chicharrones. Los extremeños el culo del mundo, José Canelo” Obedece a que estando José Canelo haciendo trabajos de carpintería para convertir el salón de baile en una granja de gallinas, yo me atraqué de bollas de chicharrones y tuve un empacho que hizo que abominase de las bollas y de los chicharrones mucho tiempo. Y a pesar del empacho, uno recuerda cómo éste comentaba que estando en la mili supo que los extremeños estábamos considerados como los más atrasados de España y que, a su vez,  España era una de las naciones mas atrasadas de Europa. 

Este comentario me dolió mucho, pues pensaba que éramos el no va más, tanto los extremeños, como los españoles. Uno había leído en los libros de historia las hazañas de los conquistadores extremeños en América, y sobre todo de uno muy cercano, Francisco Pizarro, del que se  decía que había estado cuidando cerdos en los alrededores de Monroy y al que mi mente de niño lo situaba en la finca del Pizarro, donde mi tío Churro cosechaba.

También había leído en los libros de historia y en  la propaganda de la época, lo del orgullo de ser español, lo de “España una unidad de destino en lo universal”, lo del “Por el Imperio hacia Dios”, lo de “Una, grande y libre”, lo de “Que éramos los hijos del gran Pizarro los hijos éramos del gran Cortés y en  nuestro pecho noble y bizarro un almanaque que fuego es” Ah  no, perdón,  que era “un alma late que fuego es”.

Y resulta que todo eso no era más que retórica. No terminaba de asumirlo, pero empecé a darme cuenta de que algo de razón debía tener José Canelo, cuando veía que la gente de mí alrededor abandonaba el mar de encinas buscando otros mares  donde no naufragase su vivir.

En este sentido los nacidos en Monroy no habíamos tenido tanta suerte, pues más de la mitad nos vimos obligados a abandonarlo a nuestro pesar.

Aunque, quién sabe, a lo mejor ahora con la perspectiva que da el tiempo, esto también haya sido un factor de suerte, pues sin duda,  la gran mayoría, en alguna ocasión, hemos encontrado esos otros mares y nos ha quedado intacto el mar de encinas de nuestra infancia,  para volver cuando queramos, aunque sea en sueños.